ESCUDEROS

Ya hace muchos siglos Cervantes, padre de nuestras letras, convino que para compensar y dar réplica a los devaneos de lúcida locura creativa del Quijote e identificar al lector con lo cotidiano, debía crear un personaje que le acompañase y que pese a no alcanzar de ningún modo las asombrosas capacidades del héroe le sirviera de contrapunto. Lo ubicara en la realidad de la época y le hiciera brillar en su exclusividad, así como regalo para los sentidos de los lectores del mundo entero y durante todas las épocas, nació el fiel escudero Sancho Panza, un personaje que con el paso del tiempo los críticos alaban y elevan casi a la mismas cotas que al encegado caballero andante.
El fútbol como espectáculo visual, capaz de ser repetido y analizado ha ido colindando cada vez más con los espectáculos artísticos escénicos: el cine, el teatro y la opera. Pese a que haya una diferencia marcada por el azar de un resultado y le da la condición (inseparable) de deporte, cada vez más, vamos descubriendo como la literatura y la cultura pueden mezclarse con la mirada de un partido de fútbol.
El fútbol va abriendo capas de comprensión, nos va mostrando lentamente paralelismos que en nuestra cabeza se van transformando en figuras que antes hemos visto y conocido en los contornos de la literatura y en este caso en la novela mas inmortal jamás escrita.
En un campo de fútbol, un escenario de dimensiones suficientes para que coincida la más variada de todas nuestras faunas, junta, en la misma línea del campo en muchas ocasiones, la figura del héroe y del escudero.
Todo viene al caso, recapitulando sobre la renovación de Javier Macherano por el F.C. Barcelona. Después de muchas puestas en escena en los micrófonos y medios escritos, después de algunos, «no te quiero sino porque te quiero», finalmente a instancias de Luis Enrique (el entrenador y futbolero puro) Javier renueva, alargando su contrato.
A veces uno cuando lee, recapacita sobre las dudas escritas existentes en el fútbol, piensa que vive en un país irreal y que hay algo que se le escapa. El tema de esta renovación se evade de la lógica, Mascherano, al que según mucha gente «se le ha acabado un ciclo», sería titular en todos los equipos del mundo. No dejaré estas palabras en frase lapidaria, bucearé un poco. Javier sería titular en el Madrid de Ancelotti, junto o por Alonso, con Simeone sería capitán, con Mourinho sería el mediocentro indispensable poniendo a su lado al que fuera, con Van Gaal sería el peón sobre el que se edificaría su nuevo proyecto y así, hasta el infinito.
No sé lo que motiva o ha motivado dudas en la cúpula blaugrana, ya que no me convence el argumento de que esta Busquets, «El Jefecito» ilustra una figura que no da títulos, pero se antojan imprescindibles sino están.
Una serie de hombres que viven lejos de los focos y que cohabitan en zonas cercanas a las estrellas, muchas veces como antes dije, comparten la misma línea del campo.
Se resalta a los centrales y porteros como los damnificados, cracks invisibles a la sombra y olvido de las estrellas del gol, esa acción tan definitiva, cambiando el sentido de la historia y los objetivos de un club; pero es precisamente el gol, lo que eleva la importancia de los porteros y centrales que los evitan, están cerca, justo al lado de esa acción tan decisiva. Los porteros salen de puños, gritan, sacan sobre la línea acciones definitivas y entran en la épica: Yashin, Banks, Casillas, Buffon, Zoff, Maier… todos son nombres que se asocian a la gloria, al respeto, a la épica de aquellos que salvan el gol, tienen fama de raros, lunáticos y con ello forman su personaje escribiendo su tiempo. Algo parecido ocurre con los centrales: Baresi, Beckenbauer, Maldini, Hierro, Koeman… jefes de estado del campo, líderes que empujan con el balón desde atrás y con el cuerpo frenan las ilusiones ajenas.
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Mascherano es el ejemplo perfecto que ilustra otra raza, los auténticos olvidados, los más maravillosos equilibristas del futbol mundial, que además no tienen una demarcación que los ilustre, ya que decir «mediocentro», sería incorrecto porque engloba a muchos tipos de jugadores (véase Gurdiola o Pirlo). Estos jugadores suelen ser la némesis de grandes estrellas, sus fieles escuderos, sus cimientos, la base que a ellos les permite pensar, ejecutar y decidir. Cuando el Real Madrid prescindió de Makelele, se vino abajo el castillo galáctico, el mismísimo Zidane (gloria del fútbol) empezó su lento declive, recuperando su viejo esplendor en su última gran lección futbolera, ofrecida en el mundial de Alemania 2006, donde curiosamente, volvió a recuperar a su escudero de ébano y le permitió simplemente, jugar. Continuando con la dicotomía Zidane – Makelele, para ilustrar la importancia y la esencia del «escudero», hay que juntarlos en el centro del campo, donde ambos, con sus matices, cohabitaban; aunque podríamos hablar de Pirlo y Gatusso por ejemplo. Zidane era la consciencia ofensiva del equipo, el reflejo de lo natural e inesperado, era un caudal infinito de acciones pensadas sólo en agredir al rival, en crear e imaginar. Pases, regates, disparos, acciones letales, un catálogo de técnica futbolistíca mortal; su mirada sólo conocía el hemisferio ofensivo de su campo. El escudero Makelele, representaba la consciencia defensiva del equipo, apenas cruzaba la línea de ataque, pasaba en horizontal, pero se accionaba en cualquier situación de contención, tapando huecos en las bandas, marcando al hombre del balón, trabajando la línea de pase, haciendo de lateral, cubriendo al central, cortando contraataques, viviendo siempre con la necesidad de no existir y corregir. Estos jugadores con complejo de clip de windows, salvan situaciones límite, están abiertos 24 horas y los definió magnificamente el gran Andrés Montes como, «la intendencia». No son demasiado reconocidos en los títulos, pero sí en la sombra, llorados en sus ausencias, suelen tener carácteres parecidos, son líderes silenciosos, respetados por las estrellas a quienes protegen y aman por encima de cualquier circunstancia (como cualquier escudero que se precie) hablan claro, dignamente, repletos de un orgullo competitivo a prueba de bomba y tienen autocrítica. Son duros cuando han de serlo, pero casi nunca los expulsan (tienen un entente cordial con rivales y árbitros) dan la mano cuando pierden e intentan levantar la cabeza de los caídos. Futbolisticamente sí presentan algunas variedades, los hay sutiles como Makelele (del que un día dijo el eterno Xavi, que después de jugar contra él, cuando llegaba a su casa o al hotel, tenía miedo de encontrárselo detrás de una cortina, de lo que le intimidaba) los hay excéntricos como Davids, corajudos como Gatusso, imprevisibles como Busquets, serios como Alonso, sobrados como Mauro Silva y responsables como Mascherano.  Némesis de Messi en el mundial y ejemplo más claro de esta estirpe de jugadores, que viven en tierra de nadie, que marcan el destino de una defensa, que hacen mejores a los delanteros y mejores a los marcadores. La renovación de Mascherano es una de las mejores noticias posibles, es una noticia que mira al fútbol.
Si el Quijote es inmortal, es gracias en muchas ocasiones, por las conversaciones en las que su contrapunto, su escudero Sancho Panza, le ofrecía. Entre esos mundos tan alejados del héroe arrojado y pasional y el escudero humilde y recto, nace la luz de una novela mágica.
El mundo está lleno de escuderos que limpian el polvo de los héroes y les sacan la basura, y él fútbol como reflejo de la vida, no iba a ser la excepción.

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